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En el diario "El Pais", del viernes 21 de Julio de 2006 y bajo el epígrafe Matar al presidente, el crítico cinematográfico Javier Ocaña hace el siguiente comentario sobre la película La sombra de la sospecha: El cine estadounidense suele acudir de forma recurrente a la figura del presidente del país, a su política interior y exterior, a su continuidad e incluso a su vida sexual como materia prima argumental para sus películas. Con un reparto cargado de carisma, La sombra de la sospecha parece un producto destinado al gran público, al que se le han añadido las necesarias gotas de hondura dramática para que el cinéfilo un poco más exigente no salga espantado del cine".
Si "el cine estadounidense suele acudir de forma recurrente a la figura del presidente del país", no es menos cierto que escritores y autores del universo mundo han tomado y continúan tomando como protagonistas de sus creaciones literarias a los habitantes -que han sido, son y serán- de la casa blanca.
Tal es el caso de mi Gélida Euménide, ¿Jacqueline Kennedy Onassis al desnudo?, que en la pasada Feria del Libro de Alicante 2006 ha tenido la ocasión de ser presentada a centenares de posibles lectores, por el eminente historiador e historiógrafo Fernando García de Cortazar. Así resumía yo mi ficción literaria...
El jueves 19 de mayo de 1994, fallecía en Nueva York, en su lujoso apartamento de la Quinta Avenida, Jacqueline Lee Bouvier; esposa que fuera del asesinado Presidente de los Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy y, sucesivamente y en segundas nupcias, de "el griego de oro", Aristóteles Sócrates Onassis: tenía 64 años de edad y la causa del óbito fue un cáncer linfático.
Junto al lecho de muerte se encontraban sus dos hijos, Caroline y John John Kennedy Bouvier; su fiel secretaria y compañera de estudios en años de juventud, Nancy Tuckerman, "Tucky" y Maurice Tempelsman, acompañante sentimental de Jacqueline desde comienzos de los años ochenta, viuda ya de su segundo esposo, el multimillonario armador heleno.
Entre recuerdos y documentos varios, legajos y testamento apareció un gran sobre de color crema, atado con una negra cinta de seda en cuyo haz se leía:
"NO ABRIR HASTA PASADOS 50 AÑOS DE MI MUERTE"
Alguien debió de quebrar esta última y sagrada voluntad de Jacqueline Lee Bouvier. Y, en el interior del voluminoso envoltorio, se hallaron cuatro cuadernos de gran formato; de albas hojas rayadas en las que, desde el año y medio anterior a su muerte, la señora Kennedy Onassis había venido escribiendo -casi diariamente y redactadas a mano- unmas a modo de "memorias" en las que, entre otras cosas y de forma absolutamente clara y sin dejar el menor resquicio a la duda, se autoinculpaba como instigadora y coautora moral de tres asesinatos: el de la "glamourosa" artista de cine Marilyn Monroe; el de Robert Kennedy, aspirante a la Casa Blanca en las presidenciales del año 1968; y el de su propio esposo, JFK, víctima de balas mortíferas en aquel trágico mediodía de Dallas, el 22 de noviembre de 1963.
Y la persona que había organizado y financiado aquel triple crimen -siguiendo los deseos e instigaciones de Jacqueline Lee Bouvier- había sido Aristóteles Sócrates Onassis. El mismo que, medio ebrio, en su noche de bodas con "la viuda de América" -transcurridos cinco pactados años del magnicidio- había insultado a su recién tomada esposa:
"¡Gélida Euménide!"
"¡Que pareces nacida, nada más, que para el odio y la venganza!"...
Desmesuradamente fuerte esta monstruosa autoinculpación de Jacqueline Lee Bouvier. ¿Se tratará, efectivamente, de unas "memorias" auténticas? O, por el contrario, ¿de la novelada y falsa narración de una vida -la de Jacqueline-, uno de los temas más lucrativos de la industria editorial estadounidense?
