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La doctrina jurídico-penal contemporánea se manifiesta de forma mayoritaria a favor de una elaboración dogmática orientada a las consecuencias o a la política criminal. A pesar de que no está en absoluto claro en qué consiste tal método, uno de los extremos sobre los que existe más coincidencia entre sus partidarios es la pretensión de haber superado el positivismo jurídico y, con él, el formalismo. El presente estudio muestra la inadecuación histórica y conceptual de la imagen del positivismo y del formalismo presentada por la doctrina jurídico-penal y su efecto: la creación de un enemigo a medida. Históricamente, la derrota de este falso contrincante ha servido para fines muy diversos, incluyendo la ocultación del pasado nacionalsocialista de importantes juristas teóricos y prácticos alemanes. En la actualidad, su principal utilidad consiste en bloquear la reflexión metodológica: como en tantas otras ocasiones en las disciplinas sociales, la afirmación de haber dejado atrás algún planteamiento anterior pareciera excusar de la necesidad de plantearse las propias premisas. Si se hace esto último, sin embargo, pronto se ve que la doctrina jurídico-penal actual está mucho más cerca de lo que quisiera de anteriores formas de hacer dogmática.
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