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Dicen que para conocer a una persona, hay que haber compartido con ella el pan y la sal. Scott Berg compartió mucho más que eso con Katharine Hepburn: en 1983, cuando la actriz acababa de cumplir setenta y cinco años, abrió las puertas de su casa a Berg y el escritor se convirtió en amigo personal y confidente de una de las mujeres que con su personalidad y sus logros en la pantalla marcaron el perfil del siglo XX. Berg llegó a conocer detalles inéditos de la relación de Kate con Spencer Tracy y H.Hughes y las anécdotas sabrosas de los encuentros de la actriz con Michael Jackson y Warren Beatty, pero lo que más le impactó fueron las lecciones de vida que Kate impartía con generosidad y gran sentido del humor. Ahora Kate ha muerto, pero nos queda de ella este magnífico retrato que nació de una amistad y es el mejor homenaje a una señora que puso su mucho genio y su estupenda figura al servicio de una vida larga e intensa.
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