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Pascal representa una extraña paradoja: es uno de los más geniales espíritus científicos de su tiempo, sin embargo puso toda su inteligencia y su arte de convencer al servicio de la fe. El «Discurso sobre las pasiones del amor» pertenece a los Pensamientos (1669-1670) que formaba parte de la Apología de la religión cristiana, obra a la que Pascal dedicó sus últimos años de vida. Con ella, intenta convertir al lector, sobre todo al lector libertino y escéptico, reconciliando razón y religión. Contrariamente a Descartes que sitúa al hombre en el centro de toda reflexión, Pascal niega la primacía del «yo» que está sometido a la omnipotencia de Dios, subrayando así la miseria del hombre y demuestra que las verdades de la razón y de la fe no son del mismo orden. Existe la misma crítica de la vanidad humana en los moralistas del siglo XVII como la Rochefoucauld o La Bruyère, influenciados por la mística pascaliana. En ciertos aspectos, Pascal anuncia el existencialismo cristiano de un Kierkegaard y hasta el existencialismo de Sartre: creyente o ateo, el hombre está condenando a la libertad y a la angustia metafísica.
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