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No se han hecho nunca leyes sobre los libros, para estimular a los creadores y amparar la divulgación de sus ideas, sino contra los libros por su potencia desestabilizadora del pensamiento o del poder establecido. Los operadores del mundo del libro, autores, editores y libreros, han mantenido durante siglos una batalla siempre consistente en evitar las leyes o procurar que éstas les deparasen el menor perjuicio posible. Cuando se multiplicaron los medios de comunicación de las ideas y los libros dejaron de ser la fijación única del legislador, se desarrollaron políticas que teóricamente pretendían la protección de los libros y el fomento de la lectura. Sin embargo, el legislador se ha comportado casi siempre con poca deferencia y marrando seriamente en las orientaciones sobre su futuro.
Así puede resumirse la historia de las relaciones entre los libros y las leyes, cuyo enunciado general será, seguramente, aprobado sin discusión por autores, editores y libreros. No sé si también resulta conocido para los juristas, economistas, políticos y por el pueblo llano. Vayan por estos últimos los desarrollos que siguen.
(Extracto del Estudio preliminar del Profesor Muñoz Machado)
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