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Desde los primeros tiempos de la industria cinematográfica norteamericana, la mafia se ha esforzado en ganar dinero rápidamente mediante la intimidación, las amenazas y la violencia. No era mal negocio: en la década de 1930 sus beneficios anuales sobrepasaban los veinte millones de dólares gracias a su compromiso de no desvelar ciertos hechos que pondrían en un brete a más de una estrella. ¿Le parece raro? No hace mucho algunos matones acabaron en la cárcel tras amenazar al actor Steven Seagal y las relaciones del mundo del espectáculo con la Cosa Nostra no son del todo desconocidas.
Pero, como en toda buena historia, ningún protagonista se salva. James Cagney, Humphrey Bogart, Al Pacino y Tony Soprano, sin ir más lejos y a veces muy a su pesar, se convirtieron en todo un ejemplo tanto para los hampones de poca monta como para los consigliere y capitani de las diversas familias. Quizá llevados por un exceso de celo, se convirtieron en arquetipos del gánster y sus ademanes, sus palabras y su manera de vestir fueron imitadas de inmediato
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