En algunas ocasiones las existencias pueden estar erróneas o no se lo podremos conseguir en el plazo señalado. Confiamos en su comprensión y le agradecemos la confianza depositada. Esperamos no defraudarle.
¿Cuántas veces, queridos padres, habéis intentado que vuestros hijos pequeños coman algo que no les gusta?
Quien ha pasado por ello sabe que es muy fácil que un adulto pierda la paciencia y acabe cediendo antes que lo haga el niño. ¡Ya sabéis lo testarudos que pueden llegar a ser y la inagotable reserva de energía de que disponen!
A mí se me ocurrió que una buena manera de que mi hija comiera -tenía entonces tres años- era inventar sobre la marcha pequeñas historias protagonizadas por alimentos y contárselas despacito, entre bocado y bocado: ¡Un niño distraído pierde toda su enorme capacidad de resistencia!
El éxito fue inmediato. Cuando le conté por primera vez el cuento del fideo, el que encabeza esta breve selección, no sólo se tragó sin chistar todo el plato de sopa que tenía delante -una tarea que se me había antojado titánica un rato antes- sino que se lo aprendió tan rápido, que iba por ahí contándoselo a todo el mundo y preguntando a sus amiguitos si lo conocían. Observaréis, por otra parte, que todos los cuentos, además de tener como protagonistas guisantes, fideos, fresas o uvas, terminan de forma parecida, con una pequeña reflexión o consejo sobre algunas cuestiones importantes, de las más importantes, diría yo, de la vida.
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