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Canadá, pese a las distancias geográficas, históricas y culturales, guarda también muchos elementos en común con España. Sobre todo en materia de competencias territoriales y convivencia de culturas y lenguas que avivan un debate apasionado entre los proyectos políticos integradores y disgregadores, como en el caso de la región francófona de Quebec.
En la vorágine de estos debates, a veces de difícil equilibrio, que han conducido a dos referéndums de autodeterminación en Quebec, ha irrumpido en los últimos años Stéphane Dion, un político quebequés con la visión de Estado y el temple del que fuera carismático primer ministro de Canadá, Pierre Trudeau. Como Trudeau, Dion es un brillante profesor universitario, reclutado por el Partido Liberal de Canadá debido a sus profundas convicciones y a su deseo de imprimir un nuevo dinamismo al federalismo canadiense. Nombrado ministro de Asuntos Intergubernamentales y elegido diputado parlamentario, se encontró en el centro mismo de los debates sobre las relaciones federales-provinciales de Canadá. Dion, que se declara tan profundamente quebequés como canadiense, ha descolocado al sector soberanista con sus mordaces respuestas al líder nacionalista Lucien Bouchard. Sobre todo al demostrar, por un lado, el costo económico y social de la separación de Quebec, y, por otro, que si Canadá fuera divisible, Quebec también lo sería. Al mismo tiempo, Dion ha levantado ampollas entre los anglófonos al presentar la Ley 101 -ley de Quebec que trata sobre la lengua- como una gran ley canadiense.
Stéphane Dion habla con claridad y pasión de la complejidad, de la belleza y de las contradicciones de Canadá. En este libro recoge sus ideas sobre la reconciliación nacional, haciendo continuas referencias, entre otros, al caso de España.