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Mientras el carruaje enfilaba la costa de Cornualles, Sara divisó el final de su viaje: la mansión de Ravencliff. A partir de aquel momento ése sería su hogar. No podía creer cómo había cambiado su vida en los últimos días: había pasado de ser una reclusa en la prisión para deudores de Fleet a convertirse en la esposa del barón de Ravencliff. Pero, ¿qué clase de hombre la había rescatado de prisión, casándose con ella por poderes, sin haberla visto nunca antes? Sin duda se trataba de un hombre frío y distante? alguien desdichado que mantenía su casa en un estado de lúgubre decadencia y con las cortinas echadas. Por supuesto, Sara habría aceptado la proposición del mismísimo diablo con tal de salir de su celda, así que estaba resignada a su destino.
Entonces conoció a su esposo, que tenía el cabello negro como la noche y un arrebatador y hermoso rostro, y toda su seguridad se desvaneció. ¿Qué extraña maldición había caído sobre el barón Nicholas Walraven y qué secretos ocultaba? ¿Qué oscura fortuna la había llevado hasta aquel lugar? ¿De dónde procedía la extraña criatura con aspecto de lobo que campaba a sus anchas por la mansión y aterrorizaba a sus habitantes, y que aparecía siempre de improviso?
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