En algunas ocasiones las existencias pueden estar erróneas o no se lo podremos conseguir en el plazo señalado. Confiamos en su comprensión y le agradecemos la confianza depositada. Esperamos no defraudarle.
Si una quiere aprender algo durante un viaje, tiene que aprender a captar mensajes. Fatema Mernissi
Si no existiera la imperfección, un defecto original en la base, ¿cómo se explicaría el impulso creador, el anhelo por satisfacerlo? Carl Gustav Jung
Políxena, Mirtale, Olimpia y Estratonice: fueron los cuatro nombre de la madre de Alejandro Magno. Aunque sobre ella hay mucho escrito, como de pocas mujeres de la Antigüedad (sabemos de su devoción religiosa, de su obstinada persecución a los que intentaron con éxito acabar con su linaje), no nos es posible acercarnos a su figura histórica como lo podríamos hacer con su hijo o su marido: una mujer en el mundo helénico no formaba parte de los acontecimientos; los padecía, y pocas veces los protagonizaba en primera y única persona, salvo que tuvieran relación con algún hombre. La vida de Olimpia llama la atención, quizá injustamente, porque fue madre y esposa de los monarcas que cambiaron el mapa político de la Grecia del siglo IV a.C., no exclusivamente por ella. Por eso es necesario conocer qué pensaban y hacían los hombres a su alrededor para saber cómo pudo influir sobre ellos y, tangencialmente, hacernos una idea de su carácter: Cuando Alejandro toma el título de faraón, de gran rey de Persia o exige que se le trate como a un dios; cuando Filipo huye al creer verla con Zeus transformado en serpiente que se enreda entre las piernas; cuando, siendo ya una anciana sexagenaria, los soldados de Casandro se niegan a ejecutarla, están (de)mostrando indirectamente el gesto, la actitud y el pensamiento de esta mujer feroz y mística al mismo tiempo. La vida de la Olimpia, la «reina de los cuatro nombres» no es sino la manifestación de su deseo de pertenecer a algo trascendente que la hizo refugiarse en sus creencias y supersticiones para tocar, siquiera de manera tangencial, el trozo de infinito que le correspondía. Ese infinito hoy la devuelve convertida en un centauro, mitad leyenda, mitad historia.
Este sitio web sólo utiliza cookies propias. Puedes configurar la utilización de cookies u obtener más información aquí
Más información sobre el uso de "cookies" y sus opciones de privacidad
Este sitio web utiliza cookies propias que se detallan a continuación en el panel de configuración.
A través del mismo, puede aceptar o rechazar de forma diferenciada el uso de cookies, que están clasificadas en función del servicio. En cada uno de ellos encontrará información adicional sobre sus cookies. Puede encontrar más información en la Política de cookies.
Estrictamente necesarias (técnicas):
Se usan para actividades que son estrictamente necesarias para gestionar o prestar el servicio que usted nos ha solicitado y, por tanto, no exigen su consentimiento.