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Pese a que recibió en vida un reconocimiento unánime, representado por la colección que Lope de Vega hizo de su retrato en el imaginado palacio de la poesía, Agustín de Tejada Páez no ha tenido gran fortuna editorial. Su obra quedó dispersa en cancioneros colectivos y manuscritos, y desde el siglo XIX se viene insistiendo en la necesidad de una recopilación que recuperara el legado del poeta y lo fijara para la posteridad. Partiendo del horizonte cultista de Herrera y a través también del confesado magisterio de Barahona de Soto, la lírica de Tejada discurre primero en paralelo con la de Góngora para quedar luego hondamente influenciada por ésta. Respecto al autor de las Soledades, Tejada presenta una obra más volcada a la solemnidad religiosa y el modo épico, marcada por un uso acumulativo de los recursos formales, el particular empleo de la armonía imitativa o la cualidad sonora de un verso que cultivó con maestría no inferior a la alcanzada por Herrera.
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