En algunas ocasiones las existencias pueden estar erróneas o no se lo podremos conseguir en el plazo señalado. Confiamos en su comprensión y le agradecemos la confianza depositada. Esperamos no defraudarle.
«¡El mundo es mío, maldita sea! ¡El mundo es mío! Los tengo en mis manos y puedo hacer que me den lo que yo quiera. El monstruo tiene su whisky. Los demás beben otra cosa: beben promesas. Beben esperanza. Y yo tengo que entregársela. Y yo puedo dársela. Puedo conseguir lo que quiera. ¡Si he podido manejar a este viejo bobo improvisando una lectura y salirme con la mía, podría llegar a senador! ¡Podría llegar a gobernador!»
El callejón de las almas perdidas empieza con la extraordinaria descripción de un abyecto espectáculo de feria cuyo principal reclamo es «el monstruo», alguien que ha caído tan bajo que está dispuesto a humillarse, por un trago de whisky, delante de un público ávido de sensaciones extremas. El joven Stan Carlisle, que trabaja en la feria ambulante, está convencido de que nunca acabará así. Es inteligente y ambicioso, y pronto descubre que puede engañar a cualquiera encontrando su punto débil. En poco tiempo se convertirá en un mentalista de primera, pero triunfar en una feria ambulante timando a pobres desgraciados no es suficiente para Stan, quien decide establecerse como falso reverendo y médium para estafar a ricos desesperados que ansían comunicarse con difuntos queridos a cualquier precio. Parece que Stan tiene el mundo a sus pies y que nada ni nadie puede detenerlo? al menos por ahora.
«El callejón de las almas perdidas combina el espeluznante mundo de la película de Tod Browning La parada de los monstruos con el implacable cinismo de una novela de Jim Thompson.» Time
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