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Un paria de las Islas es la segunda gran novela de Conrad. La exuberante naturaleza, con su misterio impenetrable, se convierte en un fondo grandioso de la pasión que se desencadena temporalmente entre el blanco y la indígena, fuerza elemental y primitiva que al fin los aleja y los convierte en extraños, iluminando casi como un símbolo el hecho tremendo de nuestro aislamiento, de la soledad eterna que rodea a toda alma humana desde la cuna a la tumba y quizá más allá de la tumba.
Era otro hombre, otro hombre, que estaba surgiendo en él, la sombra de otro hombre que surgía en el fondo de su alma, resucitando después de muchos años... ¿Qué haría? Se veía de golpe sin pasado, sin porvenir, envenenado de cólera y de odio, de furor y de vergüenza. Se detuvo y miró alrededor. Un par de perros que olfateaban el aire ladraron y gruñeron desconfiadamente tras él. Experimentó la sensación de ser un paria, el más genuino paria de la humanidad, y al mirar alrededor, antes de reanudar su penosa marcha, le pareció que la tierra era más grande e infinita que nunca, y que la noche se había tornado más negra y más hosca.
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