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El 14 de julio de 2009, tras varias horas de cosecha en el campo, Asia Bibi tuvo sed, se acercó a un pozo y bebió. En ese momento, una vecina gritó que el agua era de las mujeres musulmanas y la estaba contaminando. El tono de la disputa fue subiendo hasta que surgió una acusación: "¡Baslfemia!". En Pakistán, esa palabra significa muerte. La suerte de Asia estaba echada.
Tras propinarle una brutal paliza, la encarcelaron. Un año después fue condenada a la horca. Hoy, a la espera de una apelación, se pudre en una celda sin ventana. Su familia ha tenido que huir del pueblo, amenazada por los extremistas. Los dos hombres que quisieron ayudarla, el gobernador del Pendjab, musulmán, y el ministro de las Minorías, cristiano, han sido asesinados.
Desde el fondo de su prisión, Asia Bibi nos cuenta cómo era su vida antes de aquel incidente y cómo es ahora.
Una historia que la ha convertido en icono mundial para cuantos luchan por la libertad religiosa.
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