En algunas ocasiones las existencias pueden estar erróneas o no se lo podremos conseguir en el plazo señalado. Confiamos en su comprensión y le agradecemos la confianza depositada. Esperamos no defraudarle.
No es posible detener por completo el cambio climático. Pero sí lo es impedir una catástrofe climática resultado de rápidos procesos de retroalimentación que conducen a un "cambio climático abrupto". Si no impedimos ese cambio abrupto, muchas especies se extinguirán y cientos de millones de seres humanos morirán a causa de las sequías, el hambre, la carencia de agua, las enfermedades, la represión y las guerras.
La cuestión es: ¿es posible hacerlo? ¿tenemos recursos para ello?
Sí podemos. El dinero no falta. El mundo invierte muchos miles de millones cada año en armamentos y gastos militares, y el dinero no escasea para eso. Tampoco para ayudar a las entidades financieras. Y luchar contra el calentamiento global generaría muchos empleos. ¿Por qué entonces no se abordan de una vez medidas eficaces para detener el peligroso proceso al que estamos abocados?
La razón reside en el enorme poder que atesoran las corporaciones vinculadas de una u otra forma a la industria del carbono. Ellas y los "mercados" deciden el rumbo que han de tomar las economías, imponen sus intereses, y la mayor parte de los políticos lo consienten. Éstos toman medidas que nos conducen al desastre, escondidos tras palabras como "globalización", "privatización", o "no hay alternativa".
Pero, si no actuamos, el poder del mercado y las corporaciones convertirá los desastres climáticos en catástrofes humanas.
Contamos con la tecnología necesaria para resolver el problema, pero las corporaciones y los poderosos no pueden o no quieren actuar. Ofrecen soluciones falsas (motor de hidrógeno, biocombustibles, reforestación, etc.) para distraernos con ellas mientras continúan con sus actividades. Por tanto, es necesario movilizar la única fuerza que puede enfrentárseles: la de los seis mil millones de habitantes del planeta. Hasta el momento, los ambientalistas se han dedicado fundamentalmente a tratar de influir en los gobiernos y a educar a la opinión pública. Ahora necesitamos ya un movimiento de masas que obligue a los políticos a actuar, o que los reemplace por otros que estén dispuestos a hacerlo. Ese movimiento ha comenzado a organizarse. Aún es pequeño, pero está presente en todos los continentes y crece rápidamente. Este libro forma parte de él.
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