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¿Fue el papa Borgia un político competente o un embaucador corrupto? ¿Cuidó de la Iglesia o la usó para promocionar a su familia? ¿Fue un ser humano con sus defectos y virtudes al timón de una institución sumamente compleja o un malvado asesino?
Durante siglos la respuesta ha estado clara para el común de los historiadores y novelistas, que han encontrado en la vida de Rodrigo Borja, valenciano de nacimiento y romano de adopción, elementos suficientes para construir un relato de terror, plagado de ambición, sexo y veneno. La realidad, sin embargo, es otra. Los datos históricos de que disponemos permiten reconstruir la biografía de este Papa que, libre de la leyenda, emerge como una figura de excepcionales cualidades.
Vicecanciller vaticano durante tres décadas y pontífice católico durante diez años vitales para la Iglesia, aseguró la supervivencia de la institución a él encomendada gracias a sus grandes dotes políticas, diplomáticas y humanas. Tildado de lujurioso y homicida, Alejandro VI fue un hombre apasionado, carnal y tolerante, entregado a su familia y a la defensa de la Iglesia. Pocos personajes de la historia han sido tan calumniados como él por difamadores a sueldo de sus rivales políticos. La verdad es sorprendente y más apasionante que los tópicos.
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