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Si yo quiero ser alguien no quiero ser ejemplo, ni que nadie me siga. No quiero ser un santo. Yo no quiero discursos, ni patrias, ni partidos. Ni quiero ser poeta que otros reivindiquen y que la turba siga. No quiero ser bueno, ni sabio, ni esforzado, ni luz que os alumbre. No quiero formaciones ni rimas consonantes que suenen a desfiles, y los desfiles? tú sabes cómo acaban los desfiles. Me gustan los que dudan, y piensan, si es que piensan, que nadie es mejor. Yo, si es necesario, me vuelvo con las putas y los desarraigados. No quiero distinguirme ni ser un elegido, ni quiero formar parte de la gente especial. Llevadme con los pobres y con los borrachines y los desencantados, quizás no les aguante. Con esto es suficiente para contar conmigo.
Carlos Diez del Corral nació durante la posguerra en Torrelavega (Cantabria). Fue marino, periodista y profesor de tenis, y de alguna manera lo sigue siendo. Nunca se dedicó a la literatura, aunque siempre mostró mucho interés por ella. De hecho, durante bastante tiempo escribió relatos y pequeñas historias en las servilletas de algunos cafés. Su vida no tiene demasiado interés para los lectores. Le gustan el vino tinto y el fado, a veces. Leyó a Kafka, a Cortázar, a Henry Miller y a Boris Vian con cierta devoción.