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El fin de siglo nos propone un viaje entre dos mundos: el real y el virtual. «Lo que no sale por televisión no existe» es ya un lugar común que conforma lo más visible del nuevo planeta virtual. Y nosotros somos unos mutantes esquizofrénicos obligados a vivir en las dos realidades: la realidad real y la realidad virtual. Pero una cosa es que los artistas nos trasladen a otros mundos fantásticos y otra distinta que lo hagan los vendedores de jabones. Gracias a este malentendido, la última gran utopía del siglo xx, confundimos la cultura con el negocio, el fútbol con la religión, la prensa del corazón con la sensibilidad, la vida con un culebrón y la televisión con Dios. El planeta virtual, paraíso de la moda y del pensamiento único, es la última creación de una cosmocracia que ha convertido la realidad real en irrespirable exclusión y reserva de parados. Lo virtual ofrece, gracias al juego de la moda, la aventura real de vivir por delegación a través de intermediarios mediáticos y comerciales a la vez que garantiza el sueño de la impunidad y la irresponsabilidad. Estas crónicas relatan este viaje alucinante y la incipiente revolución de los mutantes que empiezan a estar hartos de tanta virtud virtual.
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