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En los años treinta, París era la capital cultural del mundo. Allí estaban todos los artistas, escritores, músicos y actores. Pero el 14 de junio de 1940, el ejército de la Alemania nazi ocupó París y súbitamente el mundo cultural tuvo que preguntarse, ¿Qué hacer? Algunos se exiliaron, como André Breton; otros huyeron para encontrar la muerte más adelante, como Irène Némirovsky; otros pasaron a la clandestinidad y se sumaron a la Resistencia; la gran mayoría intentó seguir viviendo y desarrollando su obra. Bajo el nazismo, la actividad cultural de París se mantuvo en todo su apogeo. Al constatarlo surgen una serie de preguntas: ¿Cómo abordaron artistas e intelectuales el peor momento político de la ciudad en todo el siglo XX? ¿Acaso el talento y el estatus trajeron consigo una mayor responsabilidad moral? ¿Es posible que una cultura floreciera en ausencia de libertad política? ¿Acaso trabajar durante la ocupación supuso automáticamente un acto de colaboracionismo? ¿Se puede sancionar a un escritor que ha cometido el «crimen» de tener una opinión? ¿Tienen los pintores, músicos y actores más dotados la obligación de ejercer el liderazgo ético? La búsqueda de respuestas a todas esas preguntas supone el punto de partida de este libro.
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