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El gallo solía saludar al sol todas las mañanas. Pero un día el sol no apareció. Trepó a lo alto del manzano, a lo alto de una montaña, pero no pudo ver al sol. Subió a la cumbre más alta y vio que de una cueva más abajo salía luz. Al entrar en la cueva vio a un dragón dormido que abrazaba con su cola al sol. Entonces el dragón le descubrió y el sol le dijo que cantara lo más fuerte posible. El kikirikí estremecedor atolondró al terrible dragón. Así pudieron escapar los dos. Pero el dragón persiguió al gallo y el gallo tuvo que lanzarle grandes piedras. El dragón solo pudo refugiarse en su cueva y entonces un enorme peñasco tapó la entrada y así quedó atrapado para siempre.
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