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Tras el éxito obtenido con El Misterio del Cuarto Amarillo, Gaston Leroux quiso dar cima a la aventura y al destino de sus personajes con un «más difícil todavía». El ingenioso Rouletabille vio lo insólito del problema en sus términos exactos: Si en El Misterio... era inconcebible cómo el asesino había podido salir de un cuarto herméticamente cerrado, en El perfume... era más inconcebible aún cómo había podido entrar el hombre que salió cadáver. O de otro modo: si en aquélla faltaba el asesino, en ésta sobraba el asesinado. Una vez más la implacable lógica de Rouletabille «cerró el círculo» y, ante los incrédulos ojos de los asistentes, reveló la impensable identidad del asesino.
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