En algunas ocasiones las existencias pueden estar erróneas o no se lo podremos conseguir en el plazo señalado. Confiamos en su comprensión y le agradecemos la confianza depositada. Esperamos no defraudarle.
Y como prometí, sin páginas en blanco, quiero presentaros a esos hijos. Vuestros, míos y de todos, que nunca soñamos, que nunca deseamos. Esos, nuestros hijos, que en el fondo de nuestro corazón rechazamos, porque no cumplieron nuestras expectativas, o por lo contrario, porque las alcanzaron y las sobrepasaron y ahora se han convertido en nuestros rivales sociales, arrinconándonos y convirtiéndonos en: «es el padre de?». Esos que deseamos tener cerca y al mismo tiempo lejos para que no alteren nuestra conformista vejez. Esos por los que hicimos todo de forma interesada, «para que nos cuiden en nuestra ancianidad», y ahora no nos recompensan. Esos, trabajadores o vagos, cariñosos u hoscos, próximos o lejanos. Pero a resultas, esos hijos que son nuestra perpetuación, el futuro, pero no el nuestro, y que en el fondo se nos parecen demasiado. A esos que no quisimos, que no deseamos, van dedicadas estas páginas.
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