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Cuando fuera de la comarca los niños del Campo de Gibraltar decíamos mebli, en vez de canica, o liquirbá, en vez de regaliz, el resto de compañeros se sorprendía de aquella forma de hablar, que no acertaban a comprender. Era el habla peculiar de una zona especial, marcada por el mestizaje idiomático propio de la frontera. La singularidad de esta situación geográfica, acentuada aún más por la cercanía de África, hacía de la zona un punto cosmopolita, una isla de culturas diferentes que no era habitual en la España de entonces. El andaluz de esta tierra más meridional se enriquece con las aportaciones del habla proveniente del cruce de los idiomas inglés y del natural de esta parte de la Bética. Sebastián Montero lo explica perfectamente en el estudio que recoge El habla del Campo de Gibraltar, y lo hace desde la defensa del habla andaluza.
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