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Durante el verano y el otoño de 1922 Marcel Proust llevó a cabo modificaciones definitivas en el manuscrito de Albertine desaparecida. Gracias a un providencial concurso de circunstancias fue posible redescubrirlo en 1986. Claude Mauriac, casado con una sobrina de Proust, descubrió un texto dactilografiado lleno de tachaduras y adiciones, así como páginas manuscritas de Proust, lo que cambiaba radicalmente la obra. Su nieta, Nathalie Mauriac, se ocupó cuidadosamente de la edición del manuscrito. Los proustianos constatarán, con emoción, que el propio Proust deseaba que la última versión de Albertine desaparecida fuera más breve, más densa de lo que se disponía hasta la fecha. Ahora, por fin, es posible leer la última versión de una obra maestra. «Albertine desaparecida se convierte, así, en un volumen de la Recherche que se basta a sí mismo, comprensible fuera de su contexto, a la manera de Un amor de Swann» (Patrick, Loriot, Le Nouvel Observateur). «Se puede afirmar que esta nueva Albertine desaparecida constituye un documento capital que marcará una fecha en la historia de las ediciones de la Recherche» (Le Matin).
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