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Un día, después de muchas mañanas de asomarme en el balcón de mi piso, vi la nada. Con esa frase se inicia el testimonio del señor Silva, un funcionario que se siente prisionero de algo. Su barrio, su trabajo en el Ayuntamiento, su matrimonio y, quizá, su mente sean la cárcel de este hombre. Silva padece una extraña enfermedad denominada "el mal de la mirada trastocada". Sin embargo, él se siente un sujeto normal atrapado entre la ilusión de lo que fue cuando vivió en México y lo que terminó siendo desde que regresó a España.
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