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El Espíritu, que inspiró los Evangelios y que actúa en el Pueblo de Dios» es el que «inspira también cómo hay que escuchar la fe del pueblo y cómo hay que predicar en cada Eucaristía» (Evangelii gaudium n.139). Estas palabras del papa Francisco describen certeramente las homilías de Marie-Joseph Le Guillou. Domingo tras domingo, el lector es acompañado a contemplar el misterio mismo de Dios a través del designio salvífico del Padre que Jesucristo, el Verbo eterno que se hace Siervo sufriente, lleva a cumplimiento con su entrega pascual en el Espíritu. Se nos revela, de este modo, en palabras de Le Guillou, «el corazón del mundo que hemos de descubrir profundamente»: Cristo mismo, «Dios, un niño. Dios, un pobre. Dios, un hombre como los demás. Dios, un ser que pasará por la muerte para comunicarnos la resurrección». Ciertamente, conocer a Cristo es el culmen de la realidad: esta afirmación, que constituye uno de los ejes de la predicación de Le Guillou, confiere a las homilías una constante actualidad.
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