En algunas ocasiones las existencias pueden estar erróneas o no se lo podremos conseguir en el plazo señalado. Confiamos en su comprensión y le agradecemos la confianza depositada. Esperamos no defraudarle.
Cuando las palabras se agotan, nos invade un apabullante silencio extranjero. Despreciamos las palabras y éstas caen en el olvido. Las palabras mueren. Y esto es lo que ocurre en nuestra idealizada Ciudad Ajada, un territorio cuyas calles recorremos, de la catedral al mercado de La Fontana, dando cuenta del fatal desequilibrio entre la tradición y la modernidad. Caemos en la confusión, en una enigmática melancolía, y lo hacemos acompañados por unos habitantes ?los personajes de esta historia? que viven atrapados en un poético desconcierto y se ven obligados a protagonizar los inexplicables prodigios que son marca de su cotidianidad. Tal es el caso de una costumbre extendida en Ciudad Ajada. Los personajes se espían, se siguen y persiguen clandestinamente, en una suerte de fila india que por no tener un principio especialmente definido, tampoco tiene fin. Y nosotros, tal vez sin saberlo, formamos parte de ese círculo furtivo y callejero que recorre el casco histórico de una ciudad que ya forma parte de los sueños. Como remedio, conocemos a Verbo Paulatino ?un hombre sin importancia, un personaje inolvidable? y a su legendaria máquina de hacer palabras: La Palabrera. Al tiempo, una lluvia floral caerá sobre Ciudad Ajada para rubricar nuestra agónica realidad.
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