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Juan Manuel Lozano Nieto vive una infancia de paraíso entre la naturaleza libre, el jadear inquietante de los trenes con su penacho negro, aprendiendo a leer y a saltar de provincia en provincia en el Ave María, entre viajes a la huerta metido en un serón y lecturas del periódico ante una abuela orgullosa. El paraíso, sin embargo, se esfumó pronto. Cómo olvidar la noticia voceada de la muerte de Calvo Sotelo, los disparos callejeros, el capitán de la guardia civil que pasa maniatado por la esquina donde el niño jugaba, los silbidos de balas a la entrada de las tropas de Queipo, los hombres y mujeres cabizbajos conducidos en camiones al cementerio, las lágrimas de su madre enviudada, los baberitos negros por doquier… La memoria idílica pasó forzosamente por un baño de sangre. Luego vendría el pan duro que hería las encías, las estraperlistas ocultando el rastro de la sangre, los destinos accidentados. El niño se hizo muchacho y marchó a estudiar a Francia y Roma y será profesor en las dos riberas del Atlántico. Pero siempre guardará en su corazón estas memorias del paraíso que la sangre manchó. Este libro profundiza hasta lo documental en los hechos y circunstancias de los años treinta en un pueblo andaluz. El autor aborda su nacimiento, su entorno inmediato, una geografía de su pueblo, Lora del Río, con nombres y apellidos, en un registro casi notarial de familias, calles, motes, costumbres, fisonomía urbana, poderes consagrados y emergentes, incluyendo apéndices documentales sobre registro de bajas de los bandos de la guerra civil. Estas memorias recogen muchos lugares comunes que sus lectores sabrán identificar en cada una de nuestras poblaciones en aquellos difíciles años, y ofrece rico material a la historia o la antropología como disciplinas encargadas de narrar lo único como múltiple y viceversa.