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El Estado Moderno surge para garantizar la paz y el orden entre los hombres, para ello se hace con el monopolio de la fuerza aceptando someterse a las normas: es el Estado de Derecho; sin embargo también es el mal jugador que obvia o modifica las reglas cuando no le convienen. Así surge uno de los más complejos y polémicos asuntos de la Filosofía Política y Jurídica desde la Contrarreforma: la razón de Estado, que E. Fernández entiende como un criterio que utiliza el Poder para justificar el excepcional incumplimiento de la legalidad o de la moralidad social en función de altos intereses que no pueden ser defendidos de otra forma. Este planteamiento supone que los asuntos públicos, la Política, tiene una racionalidad propia, distinta a la Moral o al Derecho, a pesar de lo cual es necesario guardar el equilibrio entre las tres esferas. Ahora bien, los Estados sociales y democráticos de Derecho han juridificado estas situaciones incluyéndolas en las constituciones, lo que permite hablar al Prof. Fernández de una razón de Estado democrática. Pero, no obstante el principio de legalidad y la preeminencia de los derechos fundamentales, persiste una mala razón de Estado que sirve de justificación de toda vileza, tiranía y sacrilegio.
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