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Un conocimiento básico sobre el estado de la cuestión energética es suficiente para determinar, con solvencia, que de esta crisis no se puede salir según los parámetros habituales a los que la economía nos ha acostumbrado en los últimos 250 años. Y si ampliamos la mirada más allá de la energía, esta afirmación no hace sino coger más fuerza. Sencillamente, la era del crecimiento económico, al menos de un crecimiento económico global y simultáneo en todas las regiones del planeta, se ha terminado. O está presentando, a lo sumo, los últimos estertores de su agonía. El libro, tras una primera parte dedicada específicamente al pico del petróleo y a una puesta en situación de las energías fósiles y alternativas, ahonda en el análisis de la crisis civilizatoria en curso, y en sus vertientes y oportunidades políticas. Aunque la crisis de civilización y su impacto se calibran en lenguaje energético, no son producto de un problema energético. El agotamiento del petróleo se presenta como una grave encrucijada solo en relación al modelo de sociedad imperante. La fractura metabólica capitalista no es simplemente una ruptura con los principios más básicos de la termodinámica. Es también un divorcio de nuestros sistemas de pensamiento respecto a la realidad, la razón y el sentido común. Y sobre todo, el resultado de un proceso histórico de extravío y degradación de nuestros vínculos sociales: la aparición de sociedades de mercado autorregulado, donde cada vez más la vida social es reducida a un intercambio incesante de riqueza abstracta (dinero) en términos competitivos. Es el imperativo capitalista de transformar toda riqueza real en riqueza abstracta, de hacer pasar todo lo que puede servir para satisfacer necesidades humanas por unos parámetros de rentabilidad y productividad que son impuestos de forma anónima y coercitiva por la competencia, lo que obliga a cada agente económico a obtener beneficios o morir. El socialismo que tenemos que construir es un socialismo sustancialmente distinto. De primeras, debe estar ecológicamente fundamentado, con la mirada puesta en la sostenibilidad, y ser por tanto un eco-socialismo. También debe aceptar, como sustrato político fundamental, la extensión del pluralismo, de la participación democrática directa y la organización autogestionaria de abajo-arriba en todo el orden social. Ser por tanto un eco-socialismo de fuerte inspiración libertaria.
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