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Yo no soy la señorita Chevalier respondía cada vez que no se dirigían a ella por su nombre. Tras alcanzar cierta fama como artista y profesora de música, Hersilie Rouy fue raptada por las fuerzas del Estado francés y encerrada en distintos manicomios durante casi tres lustros. Su identidad fue borrada, le sustrajeron sus papeles, a sus seres más cercanos se les comunicó su defunción y se le asignó la identidad de Joséphine Chevalier. Sus memorias, escritas entre 1870 y 1880, demuestran la injusticia de su encierro y la arbitrariedad de los comportamientos de la administración. Desprovista de su identidad, Hersilie pedía que se comprobase su ascendencia, que se contrastara con sus actas que era hija de Charles Rouy, pero todo lo que ella pudiera argumentar o decir para los médicos resultaba ser signo indudable de su locura, una «locura razonante». Ante el encierro, no tenía salvación. Si Hersilie fue un caso paradigmático de una locura que se esconde y que nunca se puede saber si es locura, ¿cómo podía refutar el diagnóstico de un psiquiatra? ¿Quién denunció a Hersilie y con qué finalidad?.
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