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Desde siempre he experimentado una atracción muy fuerte por los caballos. Mi primer contacto con estos animales se produjo cuando estudiaba séptimo de EGB en Mélida. Aparecieron entonces en mi vida los caballos primero de la mano de Blanco, el caballo de Vicente y luego con la yegua de Joaquín. Fueron un par de experiencias cortas pero profundamente intensas con Blanco y Furia. Estas gestaron en mí la esperanza de tener un caballo de verdad para acompañarme siempre.
Shaitan apareció entonces para convertirse en el protagonista de esta historia, la intensa relación entre un caballo y su dueño. Horas y horas de monta, de convivencia, de paseos interminables por Bardenas, por los sotos del río Aragón, por el monte de Mélida, por las lagunas de Rada o de Pitillas, por cualquier sitio con tal de estar los dos juntos. Tiempo después, nueva etapa en Pamplona y sus alrededores. Primero, desde la granja de Subiza, por las laderas de las faldas del Perdón, las canteras de Campanas, los rastrojos interminables con subidas y bajadas de esa parte de la cuenca de Pamplona. Y al final, en Huarte, por el Camino de Santiago, Arleta, Zabaldica... Los pueblos de Egues, Elcano, Sagaseta, sus montes, valles...
Aquí hablo, cuento y rememoro los malos momentos que han existido, el sufrimiento que los dos hemos compartido cuando estos han aparecido, pero, sobre todo, los más de veintiséis años que este maravilloso caballo y su afortunado dueño y compañero hemos vivido juntos.