En algunas ocasiones las existencias pueden estar erróneas o no se lo podremos conseguir en el plazo señalado. Confiamos en su comprensión y le agradecemos la confianza depositada. Esperamos no defraudarle.
Escribí estos poemas en la cárcel. Casi todos en una celda de castigo donde solo podía caminar seis pasos. Ese fue mi hogar durante un año, entre la primavera del 2003 y el inviernillo cubano del 2004, cuando estaba seguro de que ese era el lugar donde me iba a buscar la muerte. Allí, con 57 años, condenado a pasarme dos décadas detrás de aquellas rejas (vienen a ser como ocho mil noches) apunté cada día en una libreta de rayas los recuerdos de episodios pasados de mi vida y diseñé otros que hubiera querido que me pasaran. Traté de borrar cada mañana la realidad del ámbito en el que vivía. Muchas veces, casi siempre, lo conseguí. Eso me permitió experimentar esta situación extravagante: estar preso como periodista y como ciudadano y ser, como poeta, un hombre libre. Año quiero vivir ni morir de poeta preso. Aspiro a que con estos poemas se pueda sentir la cercanía de un poeta. Nada más.
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