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Envuelta en un misterio denso y prolongado, la crisis del marxismo italiano (y del pensamiento de Gramsci, que constituye su capítulo fundamental) no ha encontrado todavía, a más de cuarenta años de su inicio, una explicación satisfactoria. No porque hayan faltado interpretaciones importantes de esta experiencia (Norberto Bobbio, Massimo Cacciari), o autocríticas significativas, como aquella de Lucio Coletti, primero, y de Biagio de Giovanni, después, sino porque el corazón de la cuestión, aún hoy, no ha sido ni siquiera rozado. Y, justamente por esto, algunas cuestiones del marxismo continúan viviendo sin vivir, dentro de los sepulcros de la filología y de la historiografía, mientras crece el hastío contra estas, sin que existan más instrumentos culturales y políticos para contrastarlas. En este marco, este ensayo de Augusto Del Noce (quizás el más grande filósofo católico italiano del siglo XX), de 1978, dedicado a Gramsci representó un punto de inflexión, no solo porque identificó los límites profundos de la filosofía inmanentista del gran pensador italiano y los vinculó con la temática del suicidio de
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