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El 16 de mayo de 1920, el toro «Bailaor», número 7, de la Viuda de Ortega, mató a Joselito en Talavera de la Reina. El toro era burriciego, veía mal y no obedeció al engaño. Alcanzó a José Gómez Ortega, asestándole una cornada mortal en el vientre. Con esto se demostró que ni el torero más completo y poderoso que han visto los siglos, se estaba a salvo de la muerte en el ruedo. Fue un caso de mala suerte. Y es que el destino es caprichoso y juega con la vida de los hombres. Resulta que Belmonte, el predestinado a morir en el ruedo, llegó a viejo. Mientras que Joselito, que parecía invulnerable, murió con sólo veinticinco años en las astas de un toro. Pero la historia podía haber transcurrido de una manera bien distinta. Belmonte podía haber muerto en una de sus innumerables cogidas y Joselito podía haber sobrevivido. Con Joselito vivo el devenir del Toreo hubiera sido muy diferente. A pesar de morir tan joven, Joselito tuvo una enorme influencia en la consecución del toro actual, en la edificación de las plazas monumentales y en la técnica del toreo moderno. Si no hubiera muerto en Talavera en plena juventud
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