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El estreno de canción de cuna «fue para sus autores la aventura más emocionante de su carrera de dramaturgos», recordaba María Lejárraga en sus memorias. Idéntica emoción embargó al público que asistió a aquel estreno el 21 de febrero de 1911 en el madrileño teatro Lara y a los millones de espectadores que, durante décadas, la aplaudieron en los escenarios de todo el mundo, convirtiéndola en una de las comedias españolas más representadas del siglo XX. Tras los triunfos resonantes en el Civic Repertory Theatre de Broadway (Nueva York) y en el Studio des Champs-Élysées (París), fue presentada en 1936 en la Comédie Française como una de las escasas obras extranjeras contemporáneas que figuraban en su selecto repertorio. Mereció también cinco adaptaciones cinematográficas entre 1933 y 1993, y varias versiones televisivas. Hoy permanece alejada de los teatros, pero no ha perdido su encanto ni su fuerza de atracción. Una lectura moderna de la obra nos descubre nuevos valores en una comedia que sigue cautivándonos por su poesía, por el perfecto engranaje de sus escenas, por su belleza formal y por la sutil represe
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