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En 1962 y sin un plan detallado, el poeta Lasse Söderberg y el fotógrafo Christer Strömholm viajaron en coche desde París, donde residían, hacia España: no la de los lugares conocidos sino la de los recovecos inesperados, la hundida en sí misma. Eran todavía los años negros del franquismo. Estilográfica y cámara captan el paisaje y sus gentes, cuya belleza contrasta la pobreza y la ignorancia. Cincuenta años después, ya fallecido su compañero de viaje, Söderberg desempolva su cuaderno de notas y transcribe, en una suerte de lento revelado aquella interlocución múltiple, la amistad de dos amigos unidos por su fascinación hacia España, el vigoroso diálogo entre imagen literaria y fotográfica y el de cada uno consigo mismo. El hallazgo de pueblos olvidados jalonó la indagación sobre la mutua visión estética y/o política en el marco de una más amplia conversación con algunos de los pesos pesados de la cultura española como Buñuel, Dalí, Saura y Tàpies. Si al comienzo el propósito fue un libro de viaje, la indocilidad de ambos viajeros contra el exotismo y su deseo de apartarse del tópico turístico o aventurista
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