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Laurence Sterne publicó este Viaje sentimental en 1768, apenas tres semanas antes de morir. Un lector desprevenido, visto el título, podría considerarlo como un libro de viajes a la usanza clásica. Nada más lejos de la realidad. Su objeto parece insignificante, pues sirviéndose del deambular errático por Francia del despreocupado Yorick —un jovial clérigo, alter ego del autor— la obra parece limitarse a narrar, con suma indolencia, un recorrido «sentimental» en que lo importante no son los monumentos, las ciudades o los accidentes geográficos, sino las mujeres encontradas, la curiosidad por los personajes conocidos y las pequeñas aventuras iniciadas. La gran habilidad de Sterne, en esta como en su obra magna, Tristram Shandy, estriba en trascender las más nimias anécdotas del viaje, que para el lector acabarán alcanzando valor de parábola existencial.
Una de las cumbres de la narrativa en lengua inglesa, Viaje sentimental por Francia e Italia consagra a Laurence Sterne como un genial cultivador de la novela picaresca, pero también como un autor muy cercano al mundo de Defoe y Rousseau y, en nuestro ámbito, de Cervantes.
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