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«Me apagué el 26 de abril de 1986, a la edad de ochenta y tres años. Estambul celebraba la fiesta del Tulipán en Emirgan... Mi muerte fue tan dulce como la punta de la caña mojando sus fibras en el tintero, más rápida que la tinta embebida por el papel.» Así habla la calígrafa otomana Rikkat cuando empieza el relato de su vida. En 1923, ya sabe que nada podrá apartarla de la caligrafía. Ese mismo año, rompiendo con el islam, la república de Ataturk prohíbe la lengua y escritura árabes a favor de una versión modificada del alfabeto latino. Servidores de Alá y de los sultanes, estos «obreros de la escritura» son marginados y sus escuelas abandonadas. En una de ellas se cruzan Selim, el antecesor virtuoso, y Rikkat, encargada de abastecer de papel y cálamos a estos ancianos despreciados por el nuevo régimen. El suicidio de Selim sellará un pacto inviolable entre la joven alumna y el arte de los calígrafos. Antes de morir, el hombre le lega su escribanía y su tinta de oro. Posteriormente, mucho más... durante sus divertidas visitas desde ultratumba. Mezclando el mundo desconocido de las prácticas de la escritura y la Turquía contemporánea librada a las influencias occidentales, Ghata firma una primera novela clásica e inspirada.
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