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Como si fuera parte de un mandato ancestral, el autor que desde hace décadas investiga las crueldades de nuestra historia, descubre de modo casual que su abuela paterna fue sirvienta del secretario privado de Julio Roca. Aquel funcionario, que supo enriquecerse y escalar, llevaba a su padre por entonces un niño de 9 años, a escuchar misa en bancos que tenían grabado el apellido del estanciero. En esa misma localidad, en 2012, Marcelo Valko participa en el reemplazo de la calle General Roca por Pueblos Originarios. Cuando su abuelo emigró a la Argentina en 1928, vino a trabajar a General Conesa, Río Negro, que en tiempo de la Conquista del Desierto fue un Depósito de Indios, es decir, un campo de concentración a donde Valko luego dictará cursos sobre el espanto perpetrado allí por los que siempre tuvieron la sartén por el mango. ¿Meras coincidencias de la cartografía familiar? ¿Qué significa ese legado sutil de la gente que nos precede y que llevamos en nuestros genes? El libro desentraña indicios y memorias como postales de aproximación que nos hablan desde un territorio de inquietantes arquetipos. Saber mir
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