En algunas ocasiones las existencias pueden estar erróneas o no se lo podremos conseguir en el plazo señalado. Confiamos en su comprensión y le agradecemos la confianza depositada. Esperamos no defraudarle.
En Alia, Diego Roel da una sutil vuelta de tuerca al monólogo dramático. No sentimos que esté hablando el personaje ni el poeta, sino una voz que pertenece únicamente al poema. No es necesario saber que Alia era la hija de Tsvetáieva, o de su admiración por Rilke, para vernos arrastrados por la pureza de una dicción destilada a partir de toda la poesía here-dada y asimilada por Roel. Es la manera de hablar del mundo de quien teme perder «la memoria de su tacto».
Alia es un poema musical sobre lo que no está a nuestro alcance. Dice querer hablar de los colores, del nacimiento de las formas..., pero intuimos en sus palabras una levedad casi insoportable ?«palabras que sólo te diré al oído»? para escribir con ellas el mensaje de una botella arrojada al mar.
La voz oculta de Tsvetáieva confiesa estar «del otro lado, fuera del tiempo»: eso explica un lirismo difícil de imaginar en la lengua de hoy. Sin embargo, no busca un refugio más allá de este mundo sino que, en un último esfuerzo por perseverar en sí misma, declara: 8 de octubre de 1892. El día que vino al mundo.
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