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Al volver en 1936 del exilio al que fue condenado por actividades antifascistas, Cesare Pavese publicará su poemario Trabajar cansa, obra en la que había trabajado durante más de diez años. Tanto la labor del escritor, una tarea eminentemente apolínea, como la de cualquier aspirante a integrar el cuerpo de baile del cortejo de Dionisio, cansan. En ambos casos se trata de un cansancio redentor, que compensa el dolor de las agujetas o las peleas con los manuales de gramática. Entre clase y clase de baile, y después de alguna que otra visita al Museo del Prado, Laura Urbina ha coreografiado en estos relatos unas reflexiones que navegan entre la reivindicación de la vigencia actual de la cultura clásica y el poder didáctico del arte. Sin el abrazo a lo dionisiaco que todos llevamos dentro, estos relatos aún pertenecerían al mundo de las ideas, porque trabajar cansa. Por eso hay que bailar, como la autora, aunque también canse, para luego empuñar la pluma y escribir sobre la violencia, el poder, los celos, la traición, el amor o el papel de las mujeres en la sociedad. El delito de Pavese fue custodiar documentos
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