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Tras resolver el caso de la compañía de software Monkeewrench, los detectives Leo Magozzi y Gino Roselth llevan un tiempo sin ningún caso de homicidio que investigar, hasta que les llega la noticia del asesinato de Morey Gilbert, a quien su esposa, Lily, acaba de encontrar tumbado, con una bala en el cráneo, en el invernadero de su casa. ¿Quién ha podido acabar con la vida de este respetable anciano al que todo el mundo parecía adorar? Entre los sospechosos figuran no sólo la mujer del muerto, que se muestra extrañamente irritable con la policía, sino también su yerno, Marty Pullman, y su hijo, la única persona con la que Morey no se hablaba.


Como si de un juego de dominó se tratara, a este homicidio siguen otros, que comparten unas características similares: además de presentar un mismo método, las víctimas siempre son ancianos. Algún tipo de secreta conexión entre éstas se les escapa a los dos detectives, que trabajan contrareloj para tratar de adelantarse al asesino. Grace McBride, la guapa fundadora de Monkeewrench, volverá a colaborar con ellos.


¿Podrán los tres, con la ayuda de los más sofisticados sistemas de búsqueda informática, descubrir la pieza que resuelve el rompecabezas?

Después de Jegos de asesinos, y con algunos de sus protagonistas, el equipo de madre e hija que se esconde tras el seudónomo P.J. Tracy vuelve a sorprendernos con este thriller electrizante que no da tregua al lector.