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Como Orfeo, todos los poetas estaban en peligro de tener una mala muerte. En todas partes los editores habían sido saqueados y las antologías de versos quemadas. En todas las ciudades se producían masacres. Por el momento la admiración universal iba dirigida a ese Horace Tograth, que desde Adelaida (Australia) había desencadenado la tempestad y parecía haber destruido para siempre la poesía. En aquel instante Croniamantal se adelantó hasta Tograth y apóstrofó a la masa: ?¡Canallas, asesinos! Estallaron carcajadas. Alguien gritó: ?¡Al agua con ese gilipollas! ?Canalla, ríete de mí, que tus alegrías están contadas porque una a una te las irán quitando. ¿Y sabes, populacho, quién es tu héroe? Tograth sonreía y la masa callaba atenta. El poeta prosiguió: ?Tu héroe, populacho, es el Tedio que trae la Desdicha.
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