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«Aquel verano vi mi primer muerto, morado, hinchado, guapo aún, con los rizos revueltos. Ahogado en la laguna, aunque quizás estaba ya muerto cuando se puso de pie. Muerto antes que ahogado, esto decían los del pueblo. Yo lo sigo viendo muchas noches, hermoso, amoratado y frío. Fosforescente. Por las algas, supongo. Con el pelo apelmazado por los coágulos de sangre ya medio seca. Tumbado boca arriba con los brazos extendidos. La boca semiabierta y los ojos cerrados. Rígido como los álamos en invierno.
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