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Enseñar a dibujar atañe más al maestro y al psicopedagogo que al artista. Nuestro enfoque no es propiamente estético, sino psicológico y didáctico. Intenta contribuir al conocimiento del alumno y a su evolución personal. Más que la corrección del dibujo nos importa desarrollar la mente del alumno que lo hace. El dibujo no es escritura. Aunque uno y otra se expresen gráficamente, el dibujo copia signos o señales emitidas por los objetos, que entran por los ojos. La escritura emplea símbolos, es decir, signos en los cuales la inteligencia de alguien ha depositado algo que encierra sentido, para que otra inteligencia lo recoja y descifre. El que dibuja comienza representando lo que ve, la apariencia de las cosas el que escribe traduce su contenido o significado. El niño aprende a dibujar desde los 3 años aprende a escribir a los 5 o a los 6, según cuál sea el método seguido. Antes de dibujar, garabatea líneas sin norma ni sentido. Para aprender a escribir tiene que dibujar las letras antes. Luego, tanto la escritura como el dibujo se vuelven medios de expresión. El dibujo fuerza el paso del signo al símbolo, es decir, al empleo habitual de la inteligencia. Con este enfoque se han analizado 20.000 dibujos de niños comprendidos entre los 3 y los 14 años sobre dos temas propuestos: el primero, una escena de juego y el segundo, pensando en papá. A partir de ellos se han construido dos escalas, apoyadas en modelos según pentas, para poder deducir unos cocientes evolutivos en dibujo, mediante dos procedimientos: primero, en relación con los "productos" de su edad (intra-edad) y segundo, en comparación con los de otras edades (inter-edad).